Quiero conducir a tu presencia, Jesús, a los que me has dado, para que les hables al corazón, les enamores de tu persona y los cautives en tu amor. Son la mayor parte corazones jóvenes, que no pueden vivir sin amar. Descúbreles quién eres, muéstrales tu rostro, suene tu voz en lo más secreto de su espíritu. Viniste al mundo, Jesús, para meter fuego en la tierra de nuestros corazones y no deseas otra cosa sino que ardan en tu amor. Éste es también mi deseo, y por eso te pido, que me des, como a Pablo, el evangelizar a todo el mundo las insondables riquezas de tu amor. Amén. (EEO I: 486)

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